martes, 25 de febrero de 2014

La Bella Durmiente: Hermosa, maravillosa voz y cero inteligencia.


Las tres hadas madrinas llegaron y le dieron tres regalos mágicos a la recién nacida:

1. Belleza
2. Una preciosa voz.
3. Y, después que Maléfica llegó y le puso un poco de sal y pimienta a esa fiesta aburridísima con un simpático maleficio para Aurora, fue entonces que la tercera hada usó su regalo mágico para cambiar un poco la maldición, para que dicha princesa cayera dormida en vez de muerta, una vez que se punzara el dedo con un uso.

Lo más terrible de esta historia es que a ninguna de las hadas se le ocurrió regalarle INTELIGENCIA a la pobre criatura.  Ciertamente le hubiera sido útil.  Pero no. Mientras Aurora fuera bonita y supiera cantar, ¿para qué iba a necesitar otra virtud?

Si uno es un poco más optimista, podría pensar que el tercer regalo iba a ser precisamente ese, pero que debido a la emergencia, el hada tuvo que ingeniárselas para contrarrestar de alguna manera la maldición.  Pero lo cierto es que nadie extrañó que la inteligencia no viniera en ninguno de los paquetes.  ¿Para qué la iba a necesitar si de todas formas ya era una linda princesita?

Aurora, definitivamente no demostró ser muy inteligente cuando decidió casarse con un muchacho que apenas conoció en el bosque, con el que compartió una canción y probablemente algo más.  No nos hagamos los tontos, ya con Aurora hay suficiente; el príncipe y nuestra princesa incógnita se encontraron en medio del bosque mientras ella alucinaba con las voces de animales que bailaban y jugaban con ella.  A mí se me hace que hay una parte de la historia que Disney no nos contó.  Imagínense la escena:  dos jóvenes adolescentes en medio del bosque se gustan y están totalmente solos...  En fin, después de un amorío torrencial y probablemente un rápido calambre que no duró más de cinco minutos, Aurora y Felipe decidieron casarse.  Bueno, para ser justos, no lo decidieron en el sentido de que lo conversaron y llegaron a un acuerdo, no, cada uno por su lado quedó con esa gran determinación en mente.  Al menos algo tenían en común:  el tomar decisiones rápidas, impulsivas y muy poco pensadas.  Dichosamente (o por simple ironía del destino), Aurora, desde su nacimiento ya estaba comprometida con ese muchacho así que digamos que ese amor estaba predestinado.  Corazoncitos, corazoncitos.  No importaba que no supieran nada el uno del otro, que no conocieran sus gustos e intereses.  Para el caso, Aurora era bonita y sabía cantar, ¿qué más le podía pedir Felipe a la vida?  Dicen las malas lenguas que ese mismo príncipe se había comprometido con Blanca Nieves, pero esa ya es otra historia.

Una vez que Aurora cayó presa del maleficio, las tres hadas decidieron que la mejor solución era poner a dormir a todo el castillo y a todo el pueblo también. Porque, por supuesto, la vida no podía continuar si la princesa estaba en coma. No, nadie podía vivir sin la princesa que nunca habían conocido.  Así de poco importantes eran las personas de ese pobre pueblo, cuya única dicha eran las alegrías de su monarquía que vivía felizmente en su palacio,  mientras ellos eran simplemente los "plebeyos".  Sí, así es como se refieren a ellos en la película, eso no lo estoy inventando yo.

Todos sabemos cómo termina la historia. Maléfica se muere atravesada por una cruel espada, (esa es definitivamente la parte más triste de la historia, casi lloro), Aurora se casa con el príncipe, y toda una generación de niñas (y algunos niños), crecimos estupidizados con ideas sobrevaloradas en cuanto a la belleza y la voz.  Espero que en algún lugar se haya levantado alguna niña y haya dicho que no quiere ser una princesa estúpida, que ella quiere ser inteligente.

En fin, esta historia es una triste, muy triste historia, de cómo una muchacha es muy bonita y todo el mundo gira alrededor de ella.  De un amor predestinado y un uso neuronal bastante pobre.  La historia tuvo un final feliz porque Disney supo donde cortarla.  Por supuesto, en la boda.  Los días que prosiguieron fueron menos emocionantes.  El canto interminable de Aurora, día tras día, semana tras semana, terminó por aburrir al Príncipe Felipe, que cada vez pasaba más tiempo fuera del palacio.  Cada noche, Aurora le contaba a su esposo las largas conversaciones que había tenido con los pajaritos y como no entendía nada de los asuntos de palacio.  Risa.  Risa.  LOL.  Ella reía y pestañeaba mientras él, que sí había tenido una educación adecuada, la observaba y se preguntaba qué estaba haciendo con una mujer tan tonta.  Los bebés no tardaron en llegar.  Hubo fiestas para presentarlos en sociedad, pero en esas ocasiones no hubo una Maléfica que les pudiera dar alguna emoción en la vida.

Fin.